Mucho se habla de la temporada de caza con galgo, de que febrero es el mes que acaba esa temporada y también la buena suerte de muchos galgos. Se habla bastante menos de las rehalas, del uso de un grupo de perros en caza mayor, normalmente con jabalíes.
Yo hablé de ello aquí hace siete años Con la colaboración de la responsable de la protectora de Cáceres.
La mayoría de las rehalas se les cuida deficientemente, se les mal alimenta y al que no regresa a la llamada tras acosar al jabalí, en el monte se queda herido o perdido.
Las hay también en las que se busca perros uniformes (todos el mismo tipo de mestizo) con buena presencia y se les atiende mejor, pero no tienen un futuro menos negro.
“Son detestables y odiosas, estas fotos que te mando, son un ejemplo. Nos dejaron a cinco mastines atados a la puerta, algunos con orejas y rabo cortados, todos en un estado lamentable. Hubo que eutanasiarlos.
Pocas son las rehalas que tienen a sus animales cuidados. Aun así, aunque tengan comida, cuidados veterinarios, viven de por vida en una perrera, eso no es de recibo.
Pero hay todavía demasiadas rehalas o recovas en las que no hay control, en las que las hembras en celo viven entre sangrientas peleas de machos para conseguir montarla, donde la comida es pan y sobras de comidas, donde se admite cualquier perro.
Yo he visto desde husky hasta boxers, pasando por cocker en rehalas, de dueños hijos de puta que como no querían a su perro, le dieron el peor final: formar parte de una rehala.”
Dos años más tarde, hace un lustro, os recomendaba El sonido de la naturaleza de Carlos Hita en El Mundo, premiado técnico de sonido especializado en los sonidos de la naturaleza, y os traía un par de párrafos y una foto suya extraída de su post sobrelos perros de rehala.
Pocas veces el punto de partida para estas narraciones sonoras es una imagen. En general la fotografía y el texto acompañan al montaje. Pero en esta ocasión todo parte de la expresión triste y a la vez furiosa de los perros de la fotografía. Pertenecen a una de las rehalas que participaron en una montería en Sierra Morena el pasado domingo, día 7, para poner punto final por esa zona a la temporada de caza. Son podencos; pasan la mayor parte de sus vidas encerrados en cercados, en grandes jaulones en los que las peleas a dentelladas son comunes. Las calvas y cicatrices de sus caras denotan la violencia en que transcurre su perra existencia. Cuando salgan de la jaula en que están encerrados batirán con furia el monte, levantando y persiguiendo a sus presas, jabalíes y ciervos, que huirán despavoridas ante ellos. Y sin embargo, en la expresión de cada uno de estos desgraciados quedan todavía restos de ese fondo noble, la mirada franca y profunda de cualquier perro. No se puede uno acercar al mundo de la caza con sentimentalismos. Pero es difícil no sentir pena por el cruel destino que ha marcado la existencia de estos animales. De la caza se ha dicho ya todo, a favor y en contra. Pero de la jornada del otro día yo me quedo con la profunda tristeza de estos perros furiosos, sedientos, en la que aún arde un rescoldo de nobleza.
Ya iba siendo hora de hacerlo de nuevo de mano de un texto que me ha mandado la asociación protectora El amigo fiel de Córdoba.
Se está aproximando la temporada de caza en nuestra tierra y todo lo que conlleva esta maldita y ancestral costumbre. Basta echar un ojo entrando en webs de caza y en otras donde se anuncian los cotos, los cortijos, las monterías, batidas, la venta de perros, las ferias de caza, etc. En algunas plataformas hay hasta “ofertones” donde por un puesto de caza en un coto tienes derecho a desayuno y hasta te prestan o alquilan una “buena rehala”.
La definición de Rehala por “expertos” es: un conjunto de perros que, conducidos por un guía o perrero, tienen la misión de encontrar la caza (venado, jabalí o guarro) acosarla para conducirla a las posturas, latirla en su recorrido para marcar el camino al montero y llegado el caso apresarla para propiciar su muerte a cuchillo por perrero o montero.
De las Rehalas os queremos hablar, de esos perros olvidados que no tienen tanta fama como los galgos (por suerte éstos últimos tienen más trascendencia y publicidad desde hace unos años). Los perros de las Rehalas son mucho más desgraciados y son más desconocidos.
Las razas de las Rehalas son por excelencia para monterías, batidas, sirven para la caza mayor, de ahí el peligro que corren y la vida que llevan es imaginable: muchos quedan desgarrados en las monterías, otros se pierden exhaustos, otros se abandonan cuando no vienen a la llamada o no sirven, hembras que paren sin descanso, la mayoría viven en zulos, otros son ahorcados o disparados y un largo etc de calamidades que solo ellos podrían contar. La mayoría son podencos, bien sabido por los “expertos” son perros todoterreno.
Las rehalas se componen de perros “buscas” y “de agarre”. El mayor porcentaje ha de ser perros buscas (los que rastrean, buscan y dan caza al jabalí entre todos) y unos pocos de agarre (que son los que hacen frente la presa y rematan la caza).
Arriba tenéis una rehala diferente, formada con todo tipo de razas de esta asociación: podenco maneto, podenco andaluz, podenco orito español, podenco portugués, bodeguero (perros buscas) mastín y mestizo de talla grande (perros de agarre). Son Duque, Lois, Luna, Mimo, Deneb, Begga, Bruno, Desi y Danko.
El problema es que es una rehala defectuosa a ojos de cualquier cazador: no sirve para cazar. Todos ellos son despojos de la caza, animales que rescataron porque fueron abandonados y condenados. Ahora han recuperado su dignidad y necesitan un hogar.
Adoptar un perro de caza es una experiencia gratificante, como adoptar a cualquier otro, pero además conlleva la demostración de que ellos no han nacido para ese fin, solo son perros, con los mismos derechos que el resto, aunque su raza los quiera condenar.
Contacto: informacion@amigofielcordoba.org