Un amigo me pasó este fin de semana emocionado una noticia que publicamos en 20minutos.es, una noticia preciosa que contaba la historia de una residencia de ancianos que había adoptado a una mastina en la protectora madrileña Perrigatos en apuros y cómo esa perra había cambiado la vida de muchos de los ancianos, motivándoles a pasear, incluso a hablar pese a que la enfermedad de Alzheimer estaba robándoles esa capacidad, ilusionándoles, ilusionando también a los trabajadores del centro. Una historia muy bonita, no lo niego, especialmente porque detrás hay una segunda oportunidad de una perra abandonada.
Es cierto que los animales pueden ser un apoyo fantástico, elevando nuestra autoestima, reduciendo el estrés, conectándonos al mundo, haciendo que nos relacionemos, que salgamos a la calle a andar, que nos sintamos útiles por tener que cuidarlos…
Lo primero que me vino a la mente de todas formas al ver la noticia de la mastina fue pensar “lo que hay que hacer es permitir que los ancianos vayan con sus propios perros y gatos y no tanto meter perros ajenos, que también está bien oye, pero peor es que te separen de tu compañero”.
Lo de que envejezcas hasta ser dependiente y en las residencias no te permitan ir con tu perro o tu gato es un drama habitual en este país. Mangoneamos a nuestros viejos como a niños de teta en demasiados aspectos, ese es uno de ellos. Miedo me da cómo llegaré a la vejez, por mucho que intente dejar todo atado.
Está genial que haya perros de terapia entrando en residencias, hospitales y colegios especiales, pero no podemos olvidar que los ancianos entran en las residencias dejando atrás a sus animales, que la gente se muere en el hospital sin poder despedirse de ellos o que los niños con discapacidad no pueden entrar en los coles con sus perros de asistencia.
Los medios recogemos como noticia todas esas iniciativas en las que perros de terapia acuden a ver a niños con cáncer, a las cárceles, a los juzgados… que está genial, claro que sí, pero al hacerlo contribuímos a reforzar también su reverso tenebroso, que crea nuevas problemáticas en el panorama de la protección animal.
Por un lado las empresas, autónomos o asociaciones que se dedican a la terapia con animales están creciendo como setas y con escaso control, adiestrando no siempre de la manera óptima, sin especialización en técnicas de terapia e incluso criando y vendiendo con un claro afán de lucro como prioridad.
Por otra parte les estamos haciendo un flaco favor a todos los perros en general y muy en especial a los golden retrievers y labradores, las razas que suelen emplearse en terapia y aparecer en esas noticias. La gente que tiene poca idea o experiencia con perros compra estas razas pensando que se educarán solos. No es así. La gente compra goldens y labradores creyendo que van a ser peluches, que harán magia con sus hijos con discapacidad o sus ancianos. Y la cosa es fácil que acabe mal.
Los animales no hacen magia, sean de la raza que sean. Hay que educarlos y supondrán retos, trabajo y gastos da igual su pedigree o su carácter. Y no todas las personas con discapacidad, enfermos o ancianos se benefician con su presencia por bien que se lleve a cabo la terapia.
Los goldens y los labradores que veis en las imágenes están en adopción en la asociación SOS Golden. Si entráis en su web veréis numerosos perros de estas razas y sus cruces que busca un hogar.