Mi Troya tiene perdigones en el cuerpo. Si acaricias su pecho y sus patas delanteras notas los bultitos duros e inconfundibles resultado de una perdigonada. Cuando la adopté hace una década en ANAA la llamaban Raspa por lo flaquita que llegó, no podía contarnos lo que había sido de su vida ese primer lustro que ya había transcurrido, no sabemos si tuvo cachorros, de qué manera la maltrataron, en qué condiciones vivía y cómo acabó con esos perdigones en el cuerpo, si fue un accidente, una gamberrada o un intento de quitarla definitivamente de en medio.
Oberta es una galga que también ha aparecido con perdigones. Muchos más que Troya. Con las caricias se notan en la cabeza, en la cara, en las patas… En Cuencanimal, la protectora que la ha recogido, intentarán extraer todos los que puedan. Vivir con tantos dentro puede ser peligroso por el plomo del que están hechos, pero no siempre es sencillo eliminarlos.
Oberta además tiene un bulto en el pecho. Parecía un tumor, pero es un absceso de una infección. En la placa que le hicieron se ven muchos más dentro del cuerpo.
No imagináis la cantidad de perros que hay llenos de perdigones en las protectoras. Es muy frecuente que todos esos descartes de caza que rondan los campos los tengan. Y de nuevo no sabemos sus historias, si es por accidente, para ahuyentarlos…
Me cuentan que Oberta es buena, cariñosa, inteligente, obediente… como Troya. Que le encanta poder correr, que compromete con sus carreras a quien se encuentre por el camino (personas y perros) y disfruta mucho del ejercicio. Así también era Troya, ahora a sus 15/16 años su deporte favorito es dormitar.
Me explican que ”ha comprendido cual es su lugar, reconoce su caseta, su manta, su cuna. Sabe ir en coche, también camina correcta con correa, las escaleras las sube estupendamente. En una casa (día de la prueba del gato) también su comportamiento es correcto, intentó subir al sofá, jeje, y finalmente se quedó en un cojín en el suelo, muy tranquila, aunque a lo mejor estaba disimulando porque en cuanto pudo robo una pizza que iba en el coche, recién comprada. Es una maravilla acariciarla y ver cómo se relaja, cierra sus ojitos y se deja hacer. Es muy buena con las personas, no teme ni a desconocidos, con los demás perros también es sociable, sin problemas de relación con el resto de la manada”.
De nuevo igual que Troya, que se adaptó a nuestro hogar en cuestión de un par de días y que también es una ladrona experta de comida. Claro que cómo tenérselo en cuenta cuando llegó al refugio pareciendo una sardina, con todo el costillar marcado.
Como Troya, apareció vagando por el campo. Y para que sus historias sigan siendo semejantes ahora necesita un buen hogar.
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